El matrimonio Mazzini-Ferraz parece estar maldito, ya que sus cuatro hijos varones, al llegar al año y medio, sufren convulsiones. Hasta que tienen una niña, Bertita, que acaba de cumplir cuatro años, y no evidencia haber heredado ese mal.
Continuamente se encuentran pendiente de ella por temor a perderla y cada vez con mayor frecuencia y amargura el uno el reprocha al otro lo que les había ocurrido a los hermanos mayores, atribuyéndose cada uno a sí mismo el éxito de haber tenido una hija normal.
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